Pico, pala y espuerta.
Tierra abierta a bocados,
con promesas de amor, noviazgo triste.
Lajas de lastra y pies desnudos
ya tan lejos del mar
incrustado en paredes encaladas.
Lumbreras que son ojos,
sudor y lluvia que no moja.
Comedor de respeto
fiel antesala de la vida
creciendo a dentelladas.
Cocinilla, camastro, gallinero,
encaje de bolillos y despensa.
Como en un nacimiento,
la mula y Jesucristo en la portada.
Blancos y azules encendidos
techos que amarillean noche a noche.
Ciego inframundo,
montañas inventadas,
viaje a la quintería los veranos.
Así hasta hoy que en sus recuerdos
huele a pisto de invierno y a vinillos.
Y si llega la muerte ascenderán
tras una cambronera,
mientras el viento mece el horizonte.