"Tu estás allí y yo aquí, uno de los dos está en el lugar equivocado."
Te llamo y escucho tu risa, esa risa que acaricia mis sentidos, que se estrena sin pudor de esquina a esquina. Me gusta oír tu voz, aunque no consigo sentirme menos sola. En este cuarto casi deshabitado, casi oscuro, tus palabras lejanas y huecas transformo en cercanas y llenas de amor. No hay teléfono que sustituya tu sonrisa cuando roza mi cara, en ese lugar ambiguo Donde pasamos nuestras horas. Hay llamadas de atención que atiende el alma, única operadora hasta que llega el olvido.
Palabras prestadas: azucarar, @ (o arroba), tarifa, cifra y cenital
He borrado mi foto de tu portátil ese plano cenital que tu buscabas. Solo la arroba, fue testigo de las acrobacias de mis dedos firmes, en el teclado tocado tantas veces por los tuyos tantas casi, como tocaste mi corazón, abatido ahora y sin sueños dulces que azucaren mis días y mis noches. He tenido la delicadeza y osadía de buscar otra foto para ti. He hurgado entre archivos y documentos llenos de cifras y más cifras y de palabras que yo ya no entiendo. He buscado pacientemente una imagen que te haga recordar otros tiempos vividos más felices para ti, supongo. He encontrado una, que me ha gustado Tú, abrazado a tu tabla de surf, en Tarifa No es el plano cenital que yo buscaba Tampoco tu indiferencia será mi olvido.
Revuelvo entre tu “Ropa de cama” me deleito con tus versos, desde anoche. Encuentro palabras libres, inéditas, iconos, puntos seguidos, partidas. Encuentro sombras, primeros rayos, cicatrices, Y hasta un desayuno recién hecho. Nos conocimos tarde y a destiempo. Esperaré sentada, dentro de mi alcoba, retirando el embozo de mis sueños y viviendo tu latido, no me será difícil amar con ropa de invierno.
Escenarios de historias mudas de vidas cotidianas, humildes vidas. Sus habitantes representan la función tras esos muros de adobe, donde se esconden espectros de rutinas, de miedos, de amoríos, de danzas de festejos, de tormentas, de solanas, de vida y trabajo, mucha vida. Barro y paja que ha aguantado el paso de los años, de una guerra, de muertes, nacimientos, de alegrías nuevas de viejas penas. Casas con corazón en sus esquinas, con ojos en las puertas y ventanas que dan la bienvenida al caminante que despiden a sus muertos en la portada. Desvanes con estrellas dibujadas en una techumbre nívea, limpia, almidonada. Ropa de cama en cajones de madera con olor a romero y mejorana. Muebles, sombreros, mil aperos, canastos con nueces de otra añada, Sillas viejas restauradas como nuevas con el barniz de la vida a sus espaldas. Baúles repletos de ropa, maletas llenas de recuerdos, vacías de alma. Sedas, almohadas, telares de ganchillo, cabeceros de bronce, colchones de lana. Balcones abiertos al secano tierra fértil que abre su manos y te alimenta con frutos dulces algunos, otros amargos. Veranos sin calor, tras esos muros Siestas interminables, ningún ruido. Patio verde, tinajas, agua de lluvia racimos de uvas verdes, higos verdes. Verde y frescor, mucho verde. Tiestos decorados con primor pasionaria que trepa y engalana las paredes de caliza, verde y blanca.
Todo tiene su valor en estas casas lo inservible cobra vida y se transforma en algo nuevo imprescindible. Ramas de mijo son escobas, restos de aceite son jabones, una botella de plástico es maceta. Si algo se necesita, se inventa. Se acomodan los objetos se exhiben los recuerdos pasado y presente en una casa de pueblo.