"Hay en mi corazón furias y penas"
Quevedo
"Para la libertad sangro, lucho, pervivo"
Miguel Hernández
Todas las tardes me olvido de quién soy. Me transformo en
autómata programada sin cables ni circuitos que me enchufen a la sombra de la
dicha que habita en otros. Mi sangre a veces se detiene y otras fluye corriente
abajo por las horas lentas hasta el ocaso, en este lugar solemne, cuna de
muertos en otro tiempo, centro exacto del escenario, con paredes con historia
donde habitan los de siempre y se ahogan los recuerdos; entonces mi corazón se
detiene mudo, seco, acongojado, en un ir y venir de mareas lentas que buscan
inseguras su derecho a decir NO, a dar vida o a no darla a consolidar fronteras
alcanzadas mucho tiempo atrás. Derecho a vivir con dignidad debida, a no ser
aplastados.
Mientras escribo, todo está tranquilo en la calle. No hay
nada que impida a los de siempre aplastar a los de siempre. Hay una extraña
calma, se escuchan los murmullos incesantes de todos, los que deambulamos por
sus alrededores a la espera de más
furias que penas en nuestros corazones.
Y en el profundo norte, en Asturias, el Tren de la Libertad
parte con mujeres, con "Comadres" valientes que quieren decidir sobre
su vida, su propia vida. Vendrán más trenes, cargados de ilusiones, de
"Caperucitas feroces" que quieren cambiar el cuento, mujeres dueñas de su cuerpo que lucharán con uñas y dientes, princesas para las que "nunca es demasiado tarde".
Madrid les espera, esta vez "si pasarán", porque la puerta de Atocha
se abre, y si hace falta "sangra, lucha y pervive para la Libertad".