A Robe Iniesta y a Joaquín Sabina entre otros por vestirme
de música.
Se me han ido muriendo las costuras
y el traje de princesa me está grande.
Disfrazada de mí, paseo
y acaricio las piedras que rasgan el satén cuando amanece.
Suena la alarma
en el jardín de los silencios,
con trapos que son flores.
Nada es peor que las tinieblas.
Voy a saborear el dolor justo
y acunar las heridas del fracaso.
Hoy soy feliz, mañana no
y así otro día y otro día,
habitando algunas dudas sin domingo,
y otras tardes de lunes soleadas.
Remendaré la ropa que me arropa.
remataré mi vida
con hilo musical que ensanche el alma.
Desde el balcón de mi sonrisa
con blusa de algodón me veo venir.
A mis cincuenta y diez
aún no es demasiado tarde.
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