“Te
espero,
en
algún sitio estoy esperándote.” (Walt Whitman)
Pronto voy a cumplir sesenta años.
Tengo el aliento justo para asombrarme,
desentrañar la esencia de la vida,
de la muerte y de todos mis poemas.
Hoy es el primer día, empieza todo.
Los recuerdos de niña, los zapatos,
el abrigo de piel y sus silencios,
el amor de los míos, y los suyos.
Alegre y comprensiva,
evoco aquella tarde de diciembre,
en ese mar de dudas con insomnio
y el eco de un silbido en la escalera.
Me asomo a la ventana,
observo como vuelan las palomas,
como crece la hierba en las costuras
y ese pañal de luz que me sostiene.
Salto al vacío y me detengo,
con los pies bajo tierra.
Añoro el nuevo mar que me cobija
en los sueños más dulces que me visten.
Sigo buscando en mis lecturas
traspiés y mercromina en la rodilla.
Encuentro la verdad como simiente
de la huella que anida en mi sembrado.
Es el tiempo de amar,
de recoger los frutos con nostalgia.
Es hora de dormir tranquilamente
hacia una eternidad que poco importa.
La niña que lloró hace sesenta años,
ha huido como el viento.
La espero sonriendo en cualquier sitio.

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