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jueves, 16 de febrero de 2012

El hada de blanco

Se dibuja una sonrisa mellada en su cara cada vez que la enfermera pasa a su habitación, le da los buenos días y descorre las  cortinas; entonces unos rayos de sol se cuelan  por la ventana y él dirige su mirada vidriosa y perdida a su escote mientras  ella se abrocha el último botón de su bata que, con las prisas, siempre se queda a medias, y le devuelve la sonrisa pensando que trabajar en un psiquiátrico no está  tan mal.  Él, por su parte,  es feliz cada mañana cuando el hada de blanco aparece misteriosamente  y le muestra  sus senos.


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