Y nada más existió hasta el próximo tren, el mismo que día tras día ella dejaba pasar para verle una vez más...sentado en el mismo asiento, con el viejo labrador tumbado a su lado.
Una vez más, se sentaría enfrente y observaría la forma tan peculiar de mover su bastón, se fijaría en sus manos con dedos finos y cuidados y esas gafas oscuras que ocultaban unos ojos, que ella imaginaba cada día de un color.....hoy, once de marzo....sus ojos serían verdes.
No esperaba menos de ti Lola. Realmente emotiva. Gracias por compartirlo con la gente. Aquí tienes otro seguidor incondicional. Esperaremos con ansiedad cada relato. Un beso.
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