Me siento en mi orejero,
el preferido de mi padre,
y me pongo sus gafas y sus dientes,
y la chaqueta gris.
Me abrazo, desde lo más profundo del silencio.
Y lloro de emoción,
yo sigo siendo su niña querida.
Y llora de pena,
él sigue insultando
a los mismos fascistas en la tele.
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