Cuando, como cada tarde, regrese su padre del centro de día, se sentarán juntos en el sofá, ella le acariciará la cara secándole unas pequeñas gotas de sudor en su frente y le cantará “La Tarara”, la misma canción que él les cantaba de niñas a su hermana y a ella, con la esperanza de que aparezca una leve sonrisa en su rostro, de que sus ojos se fijen en los suyos y de escuchar de sus labios la palabra hija.
No hay comentarios:
Publicar un comentario