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miércoles, 9 de noviembre de 2016

¡Qué mala es la envidia!



¡Qué mala era!... Se paseaba ufana y altiva por la clase, andaba a las dos menos diez como buena bailarina, luciendo botas rojas con plataforma, que nos hacía sentir mayores por un día. Llevaba un Loden auténtico, los vaqueros de marca y Castellanos. Nos tiraba todos los babys del perchero y los pisaba, la muy mala. Hacía el espagat como ninguna y saltaba al plinto con grácil facilidad, no como yo que nunca pude hacer el pino, y menos el pino puente.  Todos éramos diestros menos ella; hablaba raro, pero...¡cómo nos encantaba su ortodoncia!. ¡Qué mala era! y qué mala pata la mía, que nunca llevé escayola, nadie me pudo firmar un corazón; ella era propensa a los esguinces, y a alguna torcedura en la tarima. Ligó con todos los chicos de la clase...¡qué mala era!...
Ahora que los años han pasado, y yo no estoy mal para la edad que tengo, corro la Sansilvestre vallecana, visto de Primark y Stradivarius y solo a veces, algunas veces echo en falta haber exhibido alguna prótesis, y haber sido tan mala como ella.











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