“… Tener un nombre, un
apellido, una nacionalidad aporta individualidad a cada persona y la humaniza.
Sin embargo, a muchas mujeres de Afganistán todavía se les niega este derecho
fundamental hasta el punto de que sus nombres no aparecen en registros
oficiales o incluso en sus lápidas al morir...”
Hombres, hambres y guerras.
La historia gira en equilibrio
y algunos sueños se deshojan,
para ser alimento de las ratas.
Solo queda fachada y un escudo
con el nombre del padre,
y del hijo,
y la paloma muerta.
El Corán y el calor, el escenario
donde yo te descubro y te desnudo,
donde baila el derviche y se santigua.
Quedan también tus ojos,
desmigo tus palabras burka adentro,
y ese color azul que te hace daño,
ya tan lejos de príncipes azules
y de azules montañas de la infancia.
Puedo ver más allá de mi bautismo,
en este primer mundo que hoy dormita.
Si me llamara Asal, si fuera afgana
no podría escribir este poema.
No podría escribir, no.
No podría.
No.
Buenísimo Lola, como siempre.
ResponderEliminarPero en especial me encanta: el nombre del padre y del hijo y la paloma muerta.
La puta paloma.
Y reputa, Diego...y reputa.
EliminarMuchas gracias, querido amigo.