Antes
de conocerte, Bulgaria era para mí un aeropuerto de paso, camino de El Cairo,
un país comunista con los que soñaba visitar cuando alzaba el puño y cantaba La
Internacional. Era el búlgaro para mí, un chiste de Eugenio, y remontándome más
lejos, era un pastelito de chocolate de la marca Cropán. Ahora, años más tarde
y siendo tu una más de todos nosotros,
Bulgaria es para mí como Asturias, verde y casi desconocida, es parte de los
sitios que espero visitar algún día de tu mano;
conozco Shumen, tu ciudad por tus relatos, tus historias, tu vida, tus
abuelos que podrían ser como mis padres, la buhardilla de tu casa con tejado
nuevo, tus perros, tus gatos, la discoteca dónde bailabas, cha-cha-cha y rumba
bolero con tu hermano, tu pelo corto y tu cara de traviesilla. Conozco a tu
familia de aquí y también a la de allá, tu tía, tus primas, tu padre, que viaja
de un sitio a otro sin encontrar su rumbo…ese rumbo que tu supiste encontrar
siendo casi una niña. Gracias a ti
conozco mejor Ciudad Real y su mundo rural, la caza, los guisos…tus guisos
musaka, tarator, ensalada de queso, lukanka y tantas otros que aunque no
encuentro sus nombres en google, he tenido la suerte de saborear en tu
compañía. Sé brindar mirando a los ojos diciendo” nasdrave “, sé lo que es una
cena búlgara, la rakia que te quema por dentro y te hace cosquillas. Contigo
voy camino de convertirme en “la loca de los gatos y de los perros”, sé que
algún día encontrarás mi gatita, la mía, la que me adopte como ama.
Ahora,
después de conocerte y quererte…ya no podríamos vivir sin ti.
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