Yace rota la tierra.
Franja estrechada, piedra sobre piedra.
Muerte creciente diminuta
ensangrentada en sus raíces.
Sucia trinchera de odio,
incomprensible danza.
Funeral disfrazado de alimañas,
máscaras tristes
y viejas necedades incorruptas.
Me puedo imaginar unos ojos alegres,
su sonrisa mellada y su pelo rizado.
Las criaturas muertas se parecen,
da igual donde las maten.
Un puño crece en los escombros,
guarda todo el misterio de la vida
y el martirio de la muerte.
Es justo y necesario,
gritar ¡Basta ya!
Nuestro deber y salvación:
condenar este genocidio.
Suena Aleluya en el túnel del metro,
mientras yo me hago piedra
para parar la guerra con mi grito.
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