Ella, una femme fatale, rubia platino
con medias de rejilla y taconazos,
un escote de uve y lentejuelas.
Cantaba ritman blues y algún bolero
en orquestas de pueblo en los veranos.
Él era un detective de los buenos,
de los de gabardina y alas anchas,
con zapatos de piel, de tafilete
brillantes en las noches claroscuras.
Ella cansada y con juanetes,
quiso cambiar de vida, ser morena.
Acallar a las lenguas malhabladas,
y sentar la cabeza.
Él cansado de casos mal pagados,
garitos sin licencia y poca monta,
y algún que otro soborno edulcorado,
se decidió a dar pie a las malas lenguas,
y sentar la cabeza.
“Fue en un pueblo sin mar una noche después de un concierto”
Las canciones a veces se equivocan,
“la culpa no fue del Cha-cha-chá”
Algodón dulce y calimocho,
Y apareció el amor visto y no visto.
Ahora son pareja de derecho,
con los pies en la tierra y paso firme.
Trabajan en un bar del aeropuerto,
sueñan con viajar por todo el mundo.
Compran en Mercadona los domingos,
Ven series y seriales en la tele.
Saben que su cabeza está en su sitio,
aunque el pasado siempre vuelve.
Algunas veces se investigan,
y cantan las verdades a la cara.
Dicen las malas lenguas que son una pareja de pardillos.
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