Nació sin nombre y frío de diciembre.
Dolor y más dolor fue la frontera
vecina de la luz, lejos del ruido.
A lomos del cariño ya volaba,
sus rizos y su risa la vestían.
Abrigada por cuentos olvidados,
y tres o cuatro reglas aprendidas
recortaron sus alas y el flequillo.
Se esfumó la partida de los sueños
y pudo barajar desde el futuro
con las cartas marcadas de antemano.
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