Fui árbol.
Mi sempiterna sonrisa
no pudo esconder lágrimas de savia
entre mis ramas.
Al abrigo de abrazos lejanos,
desconocidas manos, hojarasca,
arañando el viento entre las nubes.
Suave balanceo, danzando con el sol
allí y entonces,
cuando el pasado añorado
se vistió de presente,
aquí y ahora,
para seguir dando sombra
al calor sofocante,
de una tarde más, sin
luz en tu mirada.
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