Sus labios perfilados se contraen para dejar escapar un
silbido corto siempre que se siente obligada a hacer algo que no quiere y la culpa la tengo yo; cuando era pequeña le ponía una y mil veces mi película favorita,
la de Pinocho. La parte que más le entusiasmaba era la de la canción de Pepito
Grillo. Hoy no le ha hecho falta; me ha llamado para pedirme que me quedara esta noche con sus gemelas,
y he tenido la tentación de decirle que no, que ya tenía mis planes, pero ha mandado mi
conciencia de madre y abuela y he quedado en ir a su casa a las ocho.
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